Era necesario que publicara aquí mi eco de la eucaristía de anoche. Y comienza con esta inocente pregunta que me hiciera una de las niñas (me parece que fue Isabel) hace un par de días:
Papi, ¿Dios también quiere a la gente mala?
Mi respuesta no titubeó: «Claro que Dios quiere a los malos. Dios es amor y no puede negarse a si mismo; por lo tanto Dios nos quiere a todos; malos y buenos».
«Y además yo creo que la gente mala no es tan mala. Son solo un poquito malos» – añadió Isabel.
A esto le tuve que responder con más sinceridad de la que hubiese querido: «La verdad es que hay gente muy pero muy mala, Isabel» – añadiéndole: «Pero es por esa gente por la que más debemos rezar. Si rezamos por ellos quizás se conviertan y podamos alcanzar lo que Dios quiere para nosotros: que nos amemos los unos a los otros como El nos ha amado. Eso sería lo máximo; algo así como comenzar a vivir en el cielo desde aquí ya mismo».
Ahora recuerdo esa conversación y me digo a mi mismo: Solo te queda creerte todo eso, Rolando.