La vida continua

Ya para dejar atrás el deprimente asunto de las elecciones en Venezuela y no seguir aburriéndolos con el temita, pasemos ahora a un evento mucho más intimo y familiar pero no por eso menos trascendental: ¡Samuel, nuestro hijo mayor, ha comenzado a usar franela azul para ir al colegio! Para los que vivan fuera de Venezuela, eso significa que ha comenzado su educación secundaria. Por allá en Julio compartíamos algo al respecto con ustedes y por lo pronto los dejamos con esta imagen del gran Samuel, tomada esta mañana justo antes de salir para el colegio, donde parece preguntarse que es lo que le espera en esta nueva etapa de su vida. ¡Animo, Samu, que el Señor está contigo!

¿Que posibilidades habrá de que me regrese a primaria?

De ñapa les dejamos estas fotos de lo que fue el último día de clases,  justo al concluir la misa de acción de gracias por haberse graduado de la educación primaria.

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La vida continua

Ultimo día de clases (o de como hoy me siento más viejo por tener un hijo en secundaria)

¡Adiós camisa roja, hola camisa blanca!

He aquí que hoy 12 de julio (estaría mi hermano Reinaldo cumpliendo 40 años) marca un hito en la historia de los Silva Cedeño. No solo Isabel, la menor de los hijos, ha tenido hoy su última clase en pre-escolar, sino que casualmente y quizá de forma mas memorable aún, Samuel ha dado el gran paso de dejar atrás la etapa de educación primaria para comenzar pronto el bachillerato, que es como le decimos aquí en Venezuela a la etapa de educación secundaria que antecede a la universidad.

 

Y hablando de la universidad…

He ahí el problema. Tener un hijo en la secundaria es algo que creo poder soportar. Pero lo que si me hace sentir anciano con bastón y mascara de oxigeno es pensar que en cinco años seré el padre de un muchacho rumbo a la universidad (con el perdón de todos nuestros envejecidos lectores con hijos universitarios).

¡Adiós camisa blanca, hola camisa azul!

En fin, la vida no se detiene y hay que adaptarse a las nuevas etapas que por pura gracia de Dios nos va tocando vivir. Lástima que Reinaldo no esté con nosotros para experimentar ninguna de estas cosas, pero estoy seguro de que lo disfrutando por él en las eternas moradas, a la diestra del Padre, supera con mucho cualquier graduación o meta alcanzada aquí en la tierra.

Debe de estar muerto de la risa con mis angustias por la vejez.

Ultimo día de clases (o de como hoy me siento más viejo por tener un hijo en secundaria)

Un rotundo regreso a clases

Si no tengo cuidado voy a terminar así.

El día de ayer los niños comenzaron su nuevo año escolar y de igual forma Paty retornó al trabajo después de unas semanas de merecidas vacaciones, volviendo todos a retomar nuestra alocada y ultra-ocupada vida cotidiana.

Además de los horrorosos madrugonazos para poder dejar a los niños a tiempo en el colegio y de todas las tareas y trabajos escolares que tenemos por delante, sin duda lo que nos viene tanto en lo personal como en lo laboral, son unas semanas  bastante atareadas, por decir lo menos. En el trabajo ya nos estamos volviendo locos con el regreso de los alumnos  y la reorganización de grupos en el instituto de inglés donde trabajamos Paty y yo. Y para colmo a todo esto le tendremos que sumar el detallito de los trabajos de remodelación que estaremos llevando a cabo en la casa que tan misericordiosamente Dios ha querido que podamos comprar este verano.

Esperemos que por medio de la oración no se nos olvide que el Señor está siempre con nosotros y que no nos dejará solos en ninguna de estas cosas.

Que así sea.

Un rotundo regreso a clases

De la casa al colegio

…o si lo prefieren, del colegio a la casa. Da lo mismo.

En esta ocasión queremos compartir con ustedes la experiencia de llevar a cuatro niños con edades que van desde los 4 hasta los 11 años de edad desde la casa hasta el colegio (o viceversa).

Todo comienza cuando el despertador suena  a las 5:30 am. Después de los corre-corre que implica buscar uniformes, desayunar, mandar a peinar, cepillar dientes y preparar mochilas, finalmente salimos todos disparados por la puerta en frenética carrera para montarnos en el carro y meternos en unos 45 minutos de tráfico mañanero  donde sucede la parte más divertida de la mañana. Imagínense por un momento a 4 pequeñines diciendo cosas como:

Papá, ¿me puedes dar plata para comprarme la camiseta de Brasil?

Papá, ¡Santy me pegó!

Papá, ¿puedo bajar la ventana?

Papá, ¡tengo ganas de hacer pipí!

Papá, ¡Santy tocó mi lonchera!

Papá, no me estudié las tablas de multiplicar, ¿podemos practicarlas ahora?

Papá, ¡tengo ganas de vomitar!

Papá, mira como pongo los ojos.

Papá, ¡se me quedó la tarea en la casa!

Lo verdaderamente entretenido es que todas estas cosas las están diciendo (a veces gritando) a la misma vez, todo el camino, desde la casa hasta el colegio.

Y viceversa.

De la casa al colegio