Ayer fue el último domingo de evangelización en las plazas que hacemos las comunidades del Camino Neocatecumenal en todo el mundo durante los domingos de Pascua. Y que cierre nos ha tocado.
¿Recuerdan que les comentaba hace algunas entradas que este año nos había tocado ir a un sector bastante pobre y peligroso? Pues no era exageración mía. Mientras nos reuníamos en el lugar desde donde partía la procesión hacia el sitio donde se daban las catequesis nos enteramos de que en ese sitio se estaba dando una batalla campal, a tiros; entre dos bandas armadas.
¡¿Y allá es donde se supone que tenemos que ir a evangelizar?! – pensaba más de uno. Aquí hay muchas mujeres y niños pequeños. ¿Como ir a meternos en la boca del lobo, justo en medio de una plomazón?
Pues nada. El Espíritu Santo actuó y nos llevó justo hacia allá. El responsable de la comunidad de Los Rastrojos (parroquia con la cual nos tocaba organizar estos encuentros) nos reunió y nos explicó que la balacera ya se había acabado y que aquel que todavía sintiera demasiado miedo de ir hasta allá tenía plena libertad de regresarse a su casa y que no pasaba nada. Por otro lado; aquel que se sintiera animado o impulsado por el Espíritu Santo que se fuera con él a terminar la misión.
Ni uno solo se regresó.
Y he aquí donde viene esto de la irracionalidad de ser cristiano. Ayer ninguno de los que estábamos allí se dejó dominar por el miedo a la muerte. El miedo estaba allí, obviamente; pero no pudo más que el deseo de anunciar la victoria de Nuestro Señor Jesucristo sobre la muerte. Bastante irracional, ¿no les parece? Pero es una irracionalidad asumida con conciencia. El que se mete a cristiano lo hace sabiendo que está escogiendo el camino de los locos, de los que no miden consecuencias, de los que son capaces de cualquier cosa; a cambio de hacerse uno con el Señor. A cambio del cielo.
El que se meta a cristiano sacando cuentas y haciendo cálculos está pelando bola, compadre. En esto te metes de cabeza o no te metes en lo absoluto. Más o menos eso fue lo que me quedó de la experiencia de ayer.
Los dejo con algunas fotos (ayer me atreví a llevar mi cámara a La Alfarería – ¿otro acto irracional, quizás?) tomadas en este último domingo de misión.