Hoy pasó una cosa bastante curiosa en el trabajo. Un compañero recibía dinero de otro a cambio de dos desodorantes. En otro cubículo la escena se repetía; pero esta vez era una bolsa de leche en polvo a cambio de 3 barras de jabón.
Así vivimos en Venezuela. Mientras que en otras latitudes la gente va al supermercado a comprar los productos básicos y esenciales, en Venezuela hemos retornado al trueque o a la reventa si queremos lavarnos la cabeza al bañarnos o si queremos limpiarnos el ya-tu-sabes-que después de usar el excusado. Claro; siempre nos queda la opción de hacer una cola de 3 o 4 horas para ver si tenemos suerte y lo podemos comprar en nuestro supermercado preferido antes de que se agote.
¿Como vinimos a parar en esto? Un país petrolero con ingresos exorbitantes que pocos países en la historia de la humanidad han visto en un lapso como fue la primera década de este siglo, y donde ahora hay que tener suerte si quieres comprar desde un bombillo (a la hora de escribir esto literalmente no existe una ferretería en todo Barquisimeto con bombillos en stock) hasta un repuesto para tu carro; pasando por pañales (bien sea para niños o adultos), carne, leche, aceite (comestible o para el carro), harina, papel tualé, hojillas de afeitar, toallas sanitarias, etc, etc, etc.
Escoge que corte de carne prefieres
Que fácil es comprar pañales en Venezuela
Por otra parte tenemos la situación de la inseguridad, donde a mí, por ejemplo, me robaron a punta de pistola 5 veces desde marzo de 2013 hasta octubre de 2014. Ahora que lo pienso, el trauma y la depresión que estos eventos crearon en mi bien pudieron haber sido parte de la razón del abandono en que tenía a este blog.
Y por último, el tema del bendito dólar. Es tan sencillo como que en Venezuela ni al gobierno ni a nadie le quedan dólares con que importar, viajar o cancelar deudas. Por lo que no solo se va a agravar el ya horrible escenario de desabastecimiento, sino que si por casualidad tomaste la decisión de hacer tus maletas e irte pa’l c**o prepárate para deshacerlas porque como decimos en Venezuela: no te vistas, que no vas. No hay pasajes, ni mucho menos dólares con que subsistir fuera de las fronteras de esta tierra de gracia.
Vivir en Venezuela con la sensación de que estás preso en este país, créanme, no es una sensación fácil de asimilar. Ante todo este escenario, y ante este panorama negro, espeso, pesado e imposible de llevar a cuestas, la verdad es que cuesta hasta respirar. El llanto lo lleva uno en la garganta todo el día, a punto de estallar; así le respondas a tus amigos «todo bien, vale» cuando te los encuentras en la calle y te preguntan como estás. ¿Entienden ahora porque uno aquí no puede sino decir, como Cristo en la cruz, Dios mio, Dios mio; ¿por que nos has abandonado?
End of rant.