Definitivamente ser un matrimonio cristiano abierto a la vida implica entablar un serio dialogo con el Señor.
Patricia, mi esposa, sostuvo una de esas conversas con Dios esta mañana. Después de un par de días sospechando un embarazo, al despertar esta mañana comenzó a rezar intensamente pidiéndole al Señor que fuese su voluntad la que se cumpliese y no la nuestra. «Padre Santo, tu sabes como hemos arriesgado por ti al estar abiertos a la vida. Tu sabes lo peligroso que puede resultar un embarazo a estas alturas. Ayudame a poner todo esto en tus manos». Acto seguido comenzó a decir una y otra vez la oración incesante: «Señor Jesús, hijo de David, ten piedad de mi » mientras sendas lágrimas corrían por sus mejillas. A los pocos minutos, estando en el baño sentía como bajaba el flujo que marca el inicio del período y la no existencia del sospechado embarazo.
En una oportunidad, uno de nuestros catequistas nos dijo que si nos disponíamos a hacer la voluntad de Dios, El terminaba haciendo la nuestra. En esta ocasión quiso el Señor que no corriese peligro la vida de Patricia con un nuevo embarazo que hubiese implicado con seguridad una quinta cesárea y todos sus riesgos asociados. Sin embargo, seguimos esperando en el Señor, sosteniendo este dialogo intenso donde El nos va educando y haciendo verdaderos hijos suyos. Cuando Dios, nuestro Padre, decida que Patricia y yo tengamos otro hijo, pues así será.
Sabemos que entre nuestros lectores hay varios matrimonios abiertos a la vida que han pasado por esto. Si les parece, compartan sus experiencias en los comentarios abajo. Que Dios los bendiga a todos.